Cristo Capilla

El amor atado que nos desata por dentro.

Cristo Capilla

Esta sobrecogedora imagen de Cristo atado, conocida como el Cristo de la Capilla, nos introduce en el corazón del misterio pascual: el Dios humillado que se entrega en silencio.
No hay grandilocuencia en esta talla, pero hay una hondura que desarma. Su cuerpo herido, su gesto inclinado y la soga dorada que ata sus manos nos hablan sin palabras del amor llevado hasta el extremo.

Lectura artística
Tallada con extraordinario realismo, esta obra capta con precisión anatómica la tensión de los músculos y la caída natural del cuerpo agotado.
La piel, trabajada en tonos marfileños, aparece perlada de sangre y sudor. La corona de espinas, de fibras vegetales auténticas, atraviesa la frente y hunde sus púas con crudeza.
La cabeza, ligeramente inclinada hacia la derecha, transmite una mezcla de mansedumbre, sufrimiento y aceptación absoluta.

El paño de pureza, drapeado con maestría, equilibra la composición y remite al despojo de Cristo, despojo que no lo reduce, sino que lo revela: aquí no vemos debilidad, sino poder contenido, el poder de quien ama sin defenderse.

Significado devocional
Este Cristo atado no necesita hablar. Su silencio grita misericordia. Su inmovilidad no es derrota, sino ofrecimiento.
Las manos que no se defienden son las mismas que sanaron, bendijeron y multiplicaron el pan. Ahora están atadas… por amor a nosotros.

Las hermanas capuchinas, en su vida de adoración y entrega silenciosa, encuentran en esta imagen un espejo de su propia vocación: estar con el que sufre, adorar al que calla, permanecer junto al Amado en su hora más oscura.

Cristo, desde esta capilla, no condena. Mira con ternura, como quien nos recuerda que todo está cumplido, y que su entrega es puerta abierta para nuestra conversión.

Que esta imagen no sólo nos conmueva… sino que nos transforme.

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